Mente sana
Romanos 12:1–2
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
¿Por que siendo ya creyentes en Cristo, luchamos con pensamientos ansiosos, codiciosos, lujuriosos, airados, resentidos, temerosos o deprimidos?
El pecado afectó gravemente al hombre, desde la punta del cabello hasta la planta de los pies. Murió espiritualmente. Su corazón y pensamientos era de continuo el de hacer el mal.
La mente del hombre natural está en tinieblas y corrompida. En Romanos 1:18–32, habla sobre su condición de depravación radical. Por tanto el amo y señor del hombre sin Cristo es Satanás.
La única forma de cambiar la mente oscura y corrompida es cambiando de señorío del corazón. Para esto vino Cristo para traer luz al mundo y para transformar el corazón.
Entonces, si estamos en Cristo, ¿por que seguimos luchando con nuestros pensamientos? La respuesta es, porque aun tenemos la naturaleza caída, pero también ahora el Espíritu Santo vive dentro de nosotros y es nuestro guía y el que gobierna nuestra manera de pensar. Esto es lo que se llama la regeneración del corazón. Ahora nuestro pensamiento está sujeta a la Palabra de Dios.
En Romanos 12:1–2, Pablo habla que todos los días debemos presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo. Somos transformados por la Palabra en tanto meditemos a diario en él. Es un error pensar que la reparación de nuestra mente es un suceso de una sola ocasión o que pidiendo en oración que Dios nos de una mente sana nos la dará automáticamente. Por el contrario, es un proceso que dura toda nuestra vida.
Medita en su Palabra a diario, solo a través de él, Dios nos guía, renueva y transforma nuestros pensamientos. La meta es tener la mente de Cristo.
